Si Podemos

Si Podemos dar todo aquello que nunca hemos recibido.Es lo que enaltece al ser humano.Dar de todo lo carecido.Eso es hidalguía!!!Fácil es justificar:Los dolores, las falenciasY quedarse a esperar perdones.De las cosas trascendentes de la vida.Sacale jugo, exprímelo como frutas.En la mañana soleada,compartelo todo.Acaso puedes confundirte?Ser tan imprudente?No busques similitudes entre la envidiay los chantajes! Son la plaga emocionalque destruye mentes y almas.No permitas que te timen.No permitiré que lo hagan.Ni bromas,ni chacotas,nada.La vida es cosa seria.Exijo esmero,pongo esmero!Cordura,si no tienes tinoNi prudencia,yo te puedo ayudar.Ser muy cauta y hasta darte la fórmuladel augusto más humilde.Pero he de pedirte que olvides la codicia!Y deberás saber que yo no soy mezquina!Y serás filántropia como arma de desarrollo.Para andar por los mundos colmados de obras.Si podemos dar todo aquello que no hemos recibido.Y ser benevolentes cuando el sol te ilumine y queme!Hasta llegar a tus metas, aunque parezcan utopías!

Seguidores

Mis mails:

Mis mails:
Mis mails:

El fantasma de un rencor..

El fantasma de un rencor
de Juana Manuela Gorriti

Servía yo, hace ocho años, el curato de Lurin, y fui llamado para administrar los sacramentos a una joven que se moría de tisis. Trajéronla de Lima en la esperanza de curarla; pero aquella enfermedad inexorable seguía su fatal curso, y se la llevaba.
¡Un ángel de candor, bondad y resignación! Alejábase de la vida con ánimo sereno, deplorando únicamente el dolor de los que lloran en torno suyo.
Mas en aquella alma inmaculada había un punto negro: un resentimiento.
-Pero, hija mía, es necesario arrojar del corazón todo lo que pueda desagradar al Dios que va a recibiros en su seno: es preciso perdonar -la dije.
-Padre, lo he perdonado ya- respondió la moribunda-, es mi hermano y mi amor fraternal nunca se ha desmentido. ¡Mas, en nombre del cielo, no me impongáis su presencia, porque me daría la muerte!
-Ese mal efecto se llama rencor -la dije, con severidad- y yo, que recibo vuestra confesión, yo, ministro de Dios, os ordeno en su nombre que llaméis a vuestro hermano y le deis el ósculo de perdón.
-Hágase la voluntad de Dios -murmuró la joven, inclinando su pálida frente. Y yo, haciendo montar a caballo a un hombre de la familia lo envié inmediatamente a Lima.
La enferma fue una brillante joya del gran mundo; codiciada por su belleza y sus virtudes. Mas, ella, que recibió siempre indiferente los homenajes de los numerosos pretendientes que aspiraban a su mano, fijóse, al fin, en un joven militar, valiente, buen mozo y estimable; pero que por desgracia se concitara la enemistad del hermano de su novia en una cuestión política. Nada hay tan acerbo como un odio de partido; y si el oficial sacrificó el suyo al cariño de la hermana de su enemigo, este prohibió a aquella recibir al militar, sublevó contra él a la familia, y rompió la unión deseada.
El joven oficial, desesperado, se suicidó; la pobre niña se moría, y el hermano entregado a profundos remordimientos, deploraba amargamente la fatal locura que lo arrastró a causar tantos desastres.
En tanto que mi enviado marchaba a Lima, la enferma entró en delirio.
-No vengas, Eduardo -decía con fatigoso acento-, quiero morir en paz; y tu presencia, tu voz, la voz que condenó a Enrique, me impedirían perdonarte.
He ahí que viene -continuó, con terror-. ¡Asesino de Enrique, aléjate, huye, o te doy mi maldición!...
Esta exclamación fue acompañada de un grito que atrajo en torno del lecho a la familia
-¿Qué tienes Rosalía? ¿Rosalía qué sientes? -le preguntaban.
-¡Socorro! -exclamó la enferma- ¡socorro para Eduardo, cuyo caballo espantado de mi sudario acaba de arrojarlo a tierra donde yace sin sentido!
-¡Está delirando! -dijeron los suyos- ¡y no podrá recibir los sacramentos!
No de allí a mucho, mi enviado llegó solo.
-¿Y Eduardo?
-El caballo que montaba, espantado al atravesar un grupo de sauces a la entrada de las primeras huertas del pueblo, se ha encabritado arrojándolo contra una tapia. Lo ha dejado sin sentido, y vengo en busca de auxilio para volverlo en sí y traerlo.
Trajeron en efecto a Eduardo, repuesto ya de su caída.
A su vista el delirio se desvaneció en la mente de la enferma, que reconociendo a su hermano, le tendió los brazos, y los restos de su resentimiento se fundieron entre las lágrimas y los besos fraternales. Recostada en el pecho de su hermano recibió los sacramentos y en sus brazos exhaló el último suspiro.
Las jóvenes lloraban escuchando el triste relato del canónigo.
-¡Válgame Dios! -exclamó una señora- y qué fuerte olor de sacristía han esparcido en nuestro ánimo estas historias de clérigos. Será preciso para neutralizar el incienso, saturarlo con esencia de rosas. Y pues que de coincidencias se trata allá va una de tantas.
-Hable el siglo -repuso el vicario con un guiño picaresco.





Biografía de una estrella del 1818... apenas comenzando a ser Patriotas!!!!


Nació el 15 de julio de 1818, en Horcones (campamento fortificado situado en Rosario de la Frontera, Salta). Pasó su niñez en Horcones, estancia que fue de su abuelo paterno el vasco Ignacio Gorriti, y en el antiguo fuerte de Miraflores, a orillas del ríoPasaje (también llamado: río Juramento), donde su padre compró una estancia. Hija del general jujeño José Ignacio Gorriti y Feleciana Zuviría, tucumana, casados en Rosario de la Frontera. Fue la penúltima de 8 hermanos.
Su padre fue diputado representante de Salta en el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia el 9 de julio de 1816, fue sendas veces gobernador de la provincia de Salta y amigo personal del Gral. Güemes. Contribuyó a la causa de la Independencia aportando dineros y hacienda y fue combatiente.
Juana Manuela Gorriti fue sobrina del célebre político y canónigo, también jujeño, Juan Ignacio Gorriti, quien bendijo la bandera de Belgrano (1812) y único cura gobernador de Salta, y de José Francisco "Pachi" Gorriti, la primera lanza de los gauchos de Güemes. Su abuelo paterno murió en Horcones y fue sepultado en la antigua iglesia parroquial de Rosario de la Frontera en 1875.
En 1831, siendo su padre unitario, y tras enfrentar en armas al federal Facundo Quiroga, su familia se vio obligada a emigrar de Horcones y Miraflores y a emigrar a Bolivia durante el tiempo en que el poder en Argentina estuvo hegemonizado por Juan Manuel de Rosas.
La escritora en su infancia vivió entre los libros de la biblioteca de su padre en Horcones, tierra a la que siempre evoca en su obra. Estudió brevemente en Salta pero aprendió a hacerse fuerte en el destierro.
Se casó muy joven en La Paz sin pompas ni ostentación, con el capitán Manuel Isidoro Belzú (hombre de temperamento vibrante e impetuoso, que poseía un valor temerario y a quien no arredraban los peligros). Su encuentro había sucedido en Tarija, mientras la familia Gorriti permanecía como huéspedes de Fernando María Campero Barragán, el hijo del último Marqués de Yavi, en su casa ubicada frente a la plaza central de esa ciudad. El hogar que construyeron fue tranquilo en los primeros tiempos. Nacieron de esta unión dos niñas: Edelmira y Mercedes.
Belzu un buen día abandonó su hogar y se puso a la cabeza de un batallón, presentándose en el palacio gubernamental para exigir la renuncia del presidente Ballivian. Su intentona fracasa, es procesado, destituido y expatriado al Perú.
Si bien Juana estaba en desacuerdo con lo actuado por su esposo, porque iba contra sus principios, lo siguió a Perú. Sin embargo, su compañero preparó un nuevo piquete para ponerse al frente de un ejército con el propósito de derrotar al gobierno de su país. Entró triunfante en la Paz y se proclamó Presidente de la República en el año 1848.
Juana quedó sola en Lima donde abrió una escuela mixta de educación primaria. Allí tuvo origen su ya famoso salón literario que congregó a las personalidades más sobresalientes. Sus cuentos y novelas fueron publicados y difundidos en Chile, Colombia, Venezuela y Argentina y -luego de la caída de Rosas-, también en Madrid y París.
Su matrimonio con Manuel Isidoro Belzú fue desgraciado, pues éste en afán de permanecer en el centro de la vida boliviana, no dudó en conspirar y fomentar rebeliones en Bolivia con tal de recuperar el poder. El historiador Alcides Arguedas ubicó a Belzú entre uno de los más representativos "caudillos bárbaros" que gobernaron la naciente República Boliviana, sumiendo al país en una permanente inestabilidad política, luego del derrocamiento del mariscal Andrés de Santa Cruz(1838)
Belzú, con su talento y carisma logró fanatizar a las masas, provocando una adhesión sin límites hacia su persona. Las multitudes de indígenas y mestizos de La Paz lo veneraban llamándolo el "Tata Belzú" (papá Belzu). A su esposa, le correspondió demostrar su pétrea fortaleza, en los trágicos sucesos del 26 de marzo de 1865. Esa fecha, Belzú logró que un levantamiento popular tomara la ciudad de La Paz, ocupando los edificios públicos y declararando depuesto al dictador Mariano Melgarejo y proclamó a Belzú como presidente. Sin embargo, los sublevados no contaron con el arrojo de Melgarejo, quien sable en mano y al frente de una pequeña división de coraceros, secundados por el coronel Narciso Campero Leyes, se abrió paso desde las lomadas de El Alto hasta la Palacio de Gobierno frente al cual, en la Plaza, la multitud se emborrachaba como festejo del triunfo. Melgarejo ingresó al Palacio y desoyendo las súplicas de Campero, ultimó de un disparo a Belzú, tomó el cadáver ensangrentado y lo presentó a la multitud. Melgarejo interrogó "Belzú ha muerto ¿quién vive ahora?", la multitud horrorizada respondió "¡Viva Melgarejo, ¡Larga vida a Melgarejo!". Narciso Campero en sus memorias describe que luego de éste hecho, el cadáver de Belzú fue ultrajado y abandonado en el primer piso del Palacio, hasta que su esposa Juana Manuela Gorriti se presentó para reclamarlo.
Ante estos trágicos sucesos, la escritora traza una línea al pasado y lo despide con elocuentes palabras: "El 27 de marzo de 1865, dos días después de la fecha de la carta de Ud., Belzú, mi marido, el hombre que enlutó mi destino entero, vencedor de un combate en el que el pueblo derrotó al ejército, fue asesinado por el general que mandaba éste. Vinieron a decirme que Belzú había caído atravesadas las sienes de un balazo, y yo corrí en medio del combate; llegué hasta donde yacía el desventurado ya cadáver, lo levanté en mis brazos y en ellos lo llevé a casa: a ese hogar que él había abandonado tanto tiempo hacía! Con mis manos lavé su ensangrentado cuerpo, y acostándolo en su lecho mortuorio, lo velé y no me aparté de él hasta que lo coloqué en la tumba. La misión de la esposa parecía ya acabada; mas he aquí el pueblo que me rodea y me pide más: me pide que lo vengue. Sí: lo vengaré con una noble y bella venganza, haciendo triunfar la causa del pueblo que era la suya".
En 1874 se estableció en Buenos Aires, donde se dedicó a recopilar e imprimir su producción y a escribir relatos autobiográficos, como el texto titulado "Lo íntimo", editado luego de su muerte, acaecida en Buenos Aires, en 1892.
En 1879 regresa a Lima donde fallece su hija Mercedes. Entre 1880 y 1886 la encontramos trasuntando entre Lima y Buenos Aires. En 1886, anciana y enferma regresó desde Buenos Aires a Salta en ferrocarril, acosada por el presentimiento de la muerte, para visitar los escenarios de su infancia. Si en Juana Manuela se gestó con tanta fuerza el dolor, es porque tuvo un gran asidero en su casi opuesto sentimiento, el amor, que es el eje de sus movimientos hasta la gran batalla con la soledad. En sus últimos años, busca los lugares de su felicidad, y no cesa de viajar mentalmente hacia ellos, de recordar. Con ella se cierra la etapa de los precursores de la novela argentina, pues los cimientos de la actual están en la generación del 80 configura un siglo de avance por el sólo hecho de haber tenido que valerse por sí misma, y encontró un mundo hostil e insensible a sus aspiraciones.
Juana Manuela Gorriti se ha hecho célebre no solo por su vida llena de vicisitudes y por su innegable valor como literata, y por ser en su madurez una política progresista sino por su interesante libro de arte culinaria llamado La cocina ecléctica, tal libro además del valor gastronómico, actualmente tiene un gran valor documental ya que aporta muchas recetas folclóricas argentinas, de otros países latinoamericanos e incluso cocina europea de su época.
Sus restos, que estaban en el cementerio de La Recoleta, descansan en el Panteón de las Glorias del Norte, en la Catedral de la ciudad de Salta. Una estrofa del Himno a Rosario de la Frontera la evoca encendidamente como la máxima personalidad de la cultura surgida de esta tierra del sur de la provincia de Salta.

No existe atras ni lejos cuando se es un ser , con talento!!!

No hay comentarios: